jueves, 3 de abril de 2008

Juan sueña..

Juan pasaba cada vez más tiempo durmiendo.

Nunca había sido una de esas personas que saltan de la cama llenos de actividad y con ganas de afrontar un nuevo día. Más bien al contrario, era algo perezoso, y a veces, desde que apagaba el despertador hasta que se levantaba podía transcurrir más de un cuarto de hora. Eso, entre semana, cuando había que acudir a la oficina; los sábados y domingos los podía pasar remoloneando hasta las tantas.

Pero antes de vez en cuando madrugaba para poder hacer cosas que le gustaban, como tocar la guitarra, ir a la playa, a un museo, al cine, a comer fuera, a pasear en primavera por los parques llenos de chicas con los hombros desnudos bajo un sol amigo. Y por las noches, leía algo - a veces un buen rato si el libro le gustaba - tumbado en la cama antes de marcar la página leída y echarse a dormir. O si era la noche del viernes o del sábado, rara era la vez en que no tomaba unas cervezas o unas copas en un bar con los amigos antes de volver moderadamente borracho a casa.

Ahora, sin embargo, cada vez le costaba más (aún) levantarse. Casi ningún día conseguía llegar al trabajo antes de la 10; en cualquier caso, siempre llegaba ojeroso, con los ojos brillantes y una extraña sonrisa. Respondía con monosílabos a las broncas de sus jefes, a la preocupación de algunos de sus compañeros.

Cuando un amigo consiguió abordarlo al volver del trabajo, Juan le contó una extraña historia. Contribuía al hecho de hacerla aún más incomprensible el hecho de que Juan parecía casi dormido; era más o menos como unas de esas conversaciones que se mantienen al compartir habitación o cama entre el que aún no consigue dormir y el que está a punto de conseguirlo; sus frases eran inconexas, y volvían una y otra vez sobre sí mismas. Literalmente, su amigo tuvo que sacarle las palabras.

Imposible repetir lo que Juan contó a su amigo; la palabra escrita no se inventó para escribir lo que eran poco menos que una serie de balbuceos...
No obstante su amigo, leyendo entre líneas, creyó comprender algo sobre unos sueños que le parecieron delirantes, donde Juan pasaba ya no sólo las noches, si no cada vez más los días, tocando la guitarra, en la playa, en museos, en cines, comiendo fuera, paseando en primavera por parques llenos de chicas con los hombros desnudos. Esos sueños - según su amigo consiguió entender - no eran inconexos entre sí; los actos de un sueños se relacionaban con los del siguiente igual que el martes sigue al lunes. Algo comentó Juan sobre una casa - literalmente, la casa de los sueños - espaciosa a la orilla de una playa y una mujer - literalmente, la mujer de los sueños- con la felicidad escrita en la cara.

Con la energía de los sonámbulos, con la prisa del que llega tarde a coger la vida, Juan se despidió de su amigo, que lo vio entrar en el portal de su casa.

Un día, al llegar al trabajo ( tarde), su jefe lo llamó al despacho. Allí, con la rabia que da ver a un tipo despeñarse a propósito - en el fondo, su jefe no era un mal tipo - le despidió. Juan volvió a su casa. A partir de ese momento, nadie lo volvió a ver; lo que hizo Juan en aquellos días sólo podemos suponerlo, pero parece natural pensar que cada vez durmió más.

Al fin, otro amigo, preocupado por no tener noticias suyas durante más de una semana, fue a casa de Juan. Hacía tiempo, antes de dormir cada vez más, Juan le había dado un juego de llaves de casa "por si acaso". Entró en la casa, que, extrañamente, estaba limpia y en silencio ( había esperado encontrar una de esas casas cuyos dueños sufren del síndrome de Diógenes) De Juan, ni rastro. No advirtió que faltaba su guitarra,

No tuvieron, sin embargo, los amigos que echaron de menos a Juan, que lamentar su ausencia para siempre. Un día, de repente, en algunos de los sueños de algunos de ellos, empezó, en ocasiones, a aparecer Juan de forma más o menos periódica. En esos sueños, solían encontrarse de tanto en tanto con él en una espaciosa casa a la orilla de un playa, y tocaban la guitarra acompañados de una mujer con la felicidad escrita en la cara.

5 comentarios:

Miguel Ángel dijo...

Triste y hermoso, Juan. Como casi todo lo bello.

Juan Ayala dijo...

No me ha quedado como esperaba, pero en cualquier caso nos "tan" triste
Simplemente el protagonista elige un mundo en el que es más feliz, aunque sea un mundo de sueños...

Juan Ayala dijo...

Queria decir "no es tan triste"

Rosa dijo...

No tengo palabras...

Sergio Cortés dijo...

juan es cojonudo!! desconocía esta faceta tuya!! no paras de sorprenderme!!