“Un hombre sólo posee aquello que no puede perder en un naufragio”.
Proverbio chino.
El secreto fue fácil: algunas preguntas, demasiadas posibles respuestas y sólo una certeza. La necesidad de reinventarse cada ciertos años.
En estos días he estado haciendo balance de por qué, de vez en cuando, supero mis expectativas, aparco mis miedos y empiezo a caminar de nuevo. No, no: no debe ser casualidad. He apuntado las últimas crisis radicales de mi vida en un papel, he marcado algunos secretos inconfesables (que por supuesto lanzaré el martes a la hoguera de Sant Joan) y he dibujado en el calendario todas estas marcas.
El resultado: sencillo. En los últimos 15 años (desde que tenía 18) cada cuatro años más o menos me he reinventado como si de un maquiavélico plan se tratara:
A los 18 marché de Ciudad Real, a los 23 huí a Paris, a los 27 me rehice en Barcelona y los 30 cambié de profesión y a los 33 otro gran reto: vivir.
Me debí caer de pequeñito en la marmita de los incansables buscadores de utopías. Suelo llevar una pócima que me ayuda a la evolución, que me evita el estatismo.
De momento me ha ido bastante bien. Supongo que ahora no es tiempo para juegos. La vida ya fue en serio. Ahora toca vivirla.
Pobre obelix, la marmita obviamente no era muy baja en calorías. Será esta barriga que me está creciendo, acaso una señal?
1 comentario:
Que envidia lo de saber reinventarse, Sergi, yo llevo tantos años sin hacerlo...
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