jueves, 14 de febrero de 2008

¿ Seré un enfermo por las mujeres ?

Cuando era joven, allá por los años 90 del último siglo del pasado milenio, llegué a estar hasta cierto punto preocupado por la impetuosidad del deseo que sentía por las mujeres, pues ciertamente no era normal que mi cerebro estuviera constantemente pensando en el sexo femenino. Después de un profundo análisis, di con dos explicaciones distintas pero no excluyentes para dicho fenómeno, a saber:
1) "Soy prisionero de esa desventurada experiencia que es la adolescencia. El enorme caudal de hormonas que mi cuerpo produce en esta época es el responsable de esta obsesiva manía mía"
2) "Dado que me como un rosco de higas a brevas y que no tengo el soporte de una pareja estable, es normal que mi mente reaccione ante la pertinaz sequía con húmedas imágenes"
Y con estas dos profundas reflexiones me di por satisfecho.
Lamentablemente, recientemente caí en la cuenta de dos hechos que anulaban al menos en parte estos tranquilizadores argumentos. El primero, que desde hace ya algún tiempo, no soy un adolescente. El segundo, que no sólo no disminuía mi entusiasmo por las féminas, si no que más bien al contrario, este se había incrementado. Si antes eran sólo las de mi edad las que atraían mi atención, ahora el intervalo de edades en las que se encuentran las mujeres que me atraen se ha incrementado considerablemente. Sobre los roscos que me como, corramos un tupido y protector velo.
Quedé conmocionado. Yo, un hombre sensible, cinéfilo, que lee literarura de calidad y poetas consagrados, y al que se le pone la carne de gallina con ciertas músicas, resulto ser un salido, un obseso, un maníaco, un sátiro asqueroso. Sin paños calientes, iba camino de convertirme en un viejo verde. No sabeis las angustias, las comezones, las neurosis que tal descubrimiento me produjo. Estuve a punto de darme al alcohol, pero como ya me día al mismo hace años, ay mísero de mí, ay infelice, ni ese remedio me quedaba.
Para, de alguna manera, aliviar esta preocupación, comencé una encuesta, en la que discretamente sondeé a amigos y conocidos para conocer si eran muchos los hombres que soportaban esta obsesión. Cuál no sería mi sopresa al darme cuenta de que, por lo que me decían tirios y troyanos, solteros, casados, divorciados e incluso viudos, jóvenes y mayores, casi todos eran presa de la misma situación.
Ahora vivo feliz. Mi obsesión ya no me preocupa. He aceptado mi sino. ¡Tantos años preocupado por esto, cuando en realidad sólo soy un tío normal!

5 comentarios:

Miguel Ángel dijo...

Je, je.
Normal, normal...

Juan Ayala dijo...

Muy normal, la verdad es que no, Miguel.. Peros es que los últimos posts eran tan serios que me ha dado por escribir alguna parida para desengrasar :-))

josh dijo...

Esta cancion de los mojinos se la voy a dedicar a mi gran amigo Ayala:

Tó las mañanas voy al hogá del pensionista,
y paso por la puerta el istituto pa alegrarme la vista.
¡Cómo me gustan las chavalitas con esas fardas tan cortitas!
¡Cómo me gustan los bollicaos, con esos pantalones
tan apretaos!

Cuando veo una muchacha se me sube la tensión,
y no sé que se me pone más duro, si el rabo o el bastón,
si no fuesen tan jovensitas
de buenas ganas les jincaba el diente,
que voy por la calle que paresco una plancha,
que voy tó el día caliente.

Caliente, que voy tó el día caliente,
qué curpa tengo yo de que a las niñas
le sargan las tetas antes que los dientes.

Juan Ayala dijo...

Buena copla, si señor :-)

Sergio Cortés dijo...

Amigo Juan,
Que pluma certera tienes, por el amor de DIOS!!
Cada vez que te sueltas sientas cátedra como don Curro Romero. Poco pero abundante!!

Qué decirte!! pues que estoy ciento por ciento (como diría García) de acuerdo.
Yo ahogo mi perversión en la monotonía del deseo.
Ahora ya me parece normal soñar y soñar.. que alguna me quiere..
y cierto es.. no es la edad... :)