martes, 9 de febrero de 2010

Cuando la iglesia era democrática

La situación era insostenible en el año 324. Urgía tomar medidas, definir para el futuro la relación que había entre el hijo, Jesús, y su padre, Dios, porque la gente se hacía preguntas por la calle, en los bares y en el circo. Las disputas eran aventadas en público, y el debate no le favorecía a la iglesia, tan solo ayudaba a que se pensase.

Los grandes creadores de corrientes de opinión religiosa eran, por aquel entonces, el presbítero Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia, fundadores del partido arriano pablista (en adelante PAB); el obispo Alejandro de Alejandría y su diácono Atanasio, fundadores del partido consustancial alejandrista (en adelante PCA); y Basilio de Ancira, fundador de la unión centrista semiarriana (en adelante UCS).

El PAB sostenía que el Hijo, que se había encarnado en Jesús de Nazaret, era el unigénito de Dios y que por lo tanto tenía un origen, al ser la primera de las criaturas creadas, y por ello no era coeterno con su Padre, vamos que no era Dios sino humano. Recogían así las tesis del obispo Pablo de Samosata. El PCA, partido nacido en la clandestinidad, sostenía que el Hijo de Dios era ontológicamente igual al Padre, ambos el mismo Dios, pues Padre e Hijo tenían la misma substancia. Y por último estaba el UCS, que mantenía una postura intermedia entre las dos anteriores, defendiendo que el Hijo era de substancia similar, pero no igual al Padre.

Así las cosas, y ante la ausencia total de acuerdos entre los 3 partidos mayoritarios y el ambiente guerracivilista que se respiraba, el obispo Osio de Córdoba vuelve a engrasar toda su maquinaria conciliadora. Doce años atrás, en Milán, había sido uno de los padres fundadores del edicto de tolerancia religiosa, que estableció la libertad de religión en el imperio romano, siendo emperador de occidente Constantino I. Osio, una vez más, consigue convencer al emperador Constantino I (que designado por el mismísimo dios se siente obligado a aportar luz) para que lo nombre mediador entre el PCA, el PAB y el UCS. Pero la distancia sideral que separa sobre todo las dos posturas más polarizadas resulta insalvable, aun con el buen hacer del obispo. Es entonces cuando tiene la idea más brillante de su vida: convocar elecciones primarias, y que sean las urnas quiénes diriman la consubstancialidad de Jesús.

El emperador está entusiasmado con la idea, pero más pendiente de las luchas con su colega de oriente, Licino, decide delegar todos los preparativos del plebiscito, e incluso su propia presencia y voto, en Osio. Y así se convocan, con carácter oficial, en la ciudad de Nicea, las primeras primarias de la historia de la iglesia católica, que quedaron bautizadas con el nombre de Concilio de Nicea. Fue el 20 de mayo del año 325, cuando se reunieron los 318 obispos con derecho a voto, los dos sacerdotes romanos enviados por el papa San Silvestre I y Osio de Córdoba como presidente del concilio. De allí tenía que salir una respuesta que acallara más de dos siglos de preguntas.

Los sondeos previos arrojaban una victoria fácil para el UCS y su postura conciliadora, seguido de cerca por el PCA y a mucha distancia del PAB, cuyo mensaje arrianista no había terminado de calar. Así las cosas, Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia llegaron al congreso, perdón, al concilio, derrotados y viéndose claramente superados por la dialéctica y el empuje de su más antagónica oposición, el obispo Alejandro de Alejandría, y sobre todo de su diácono Atanasio. Éstos comprendieron que la victoria sólo la podían alcanzar si conseguían cambiar el voto de los simpatizantes de Basilio de Ancira y su UCS. A mediados de congreso, Atanasio, haciendo uso de sus inmensos conocimientos teológicos y filosóficos y de su innata capacidad para medrar aprendida en su ciudad natal, Alejandría, había conseguido poner a casi la mayoría de los 318 obispos en contra del arrianismo. Sólo le quedaba ya franquear la última aspereza y más importante: hacerles acatar y entender la consubstancialidad.

Tras dos meses de concilio, llega el día de la votación. La suerte está echada. Atanasio ha hecho un trabajo político encomiable, rayano en la perfección, que poco a poco ha ido minando a sus adversarios del PAB y del UCS. Es por ello que nadie se extraña de que al abrir las urnas la victoria sea tan contundente para el PCA, quedando proclamado que Jesús era consubstancial con el Padre. El 25 de julio, Osio de Córdoba es el primero en firmar el credo niceno, verdadera doctrina cristiana, y primera constitución democrática de la iglesia.

Posteriormente Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia fueron considerados herejes, por negarse a aceptar la declaración final, y excomulgados junto a otros dos obispos. El resto de la historia ya la conocemos: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre…

4 comentarios:

Despredicador dijo...

Una entrada realmente interesante y excelentemente escrita. Felicidades.

Miguel Ángel dijo...

Muchas gracias. Ya sabes que sigo tu blog con muchísima atención. Aquí me tienes para lo que quieras.

txema dijo...

Muy interesante. Entonces ¿lo que defiende hoy la iglesia no es lo real (o si), sino lo que votaron 318 obispos?

Hipótesis:
Si en aquellos años hubiera existido Felipe Gonzalez y las cazadoras de pana, y éste hubiere creado una nueva corriente defendiendo que Jesús era consubstancial con Pablo Iglesias, hoy día podríamos ver efigies de éste en las catedrales de Rouco.

Miguel Ángel dijo...

Mientras lo escribía pensaba constantemente en Atanasio con la cara de Felipe González, lo que ocurre es que no le puse chaqueta de pana porque era verano y no iba a colar.
Por cierto, cuánto tiempo hacía que no aparecía la chaqueta de pana.
La historia de los concilios es divertidísima. Te recomiendo que busques información sobre el concilio de Éfeso en el 431, en el que se declara a María como madre de dios, ya que antes solo era madre de Jesús. Sin embargo hacía ya 100 años que Jesús era dios. Pues eso.